Aprovecho mi fascinación por este escritor para comentar el cuento "La careta" con el que he trabajado bastante, por su brevedad y la concisión que Ribeyro es capaz de utilizar con maestría.
Julio Ramón Ribeyro me ha producido satisfacciones y pesares y, lo bueno, lo he aprovechado totalmente: la coherencia, la disciplina al sintetizar historias como ésta y su sencillez al narrar. Lo negativo, el darme cuenta de que a veces la ficción reproduce con soltura cómo es nuestra especie... lo dejo para otro momento, aunque algo de eso hay aquí...
Cuento de apariencias, una fiesta y alguien que quiere llegar a ser, a toda costa, quien no es. Ah, Pessoa... ya lo dejó escrito: El poeta es un fingidor. Y el narrador también, añado.
La crítica que estas dos páginas ponen de manifiesto es brutal: necesitamos ser iguales a los demás, por jerarquía social asimilarnos al otro, por cuestiones económicas llegar al lugar que pensamos merecer, y cómo no, alimentar el ego y la autocomplacencia que nos sobra a raudales.
El miedo a separarnos de esta sociedad, por opiniones, valores sociales o simplemente por no tolerar la diferencia, preocupó siempre a Ribeyro, y sus cuentos -algunos excepcionales- se plagan de una melancolía muy moderna: recordemos a Baudelaire y su "hombre entre la multitud" de la ciudad.
El precio que hay que pagar por querer ser lo que no se es es mayor que la satisfacción que creemos lograr.
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