Daba igual el consciente húmedo que aquel bordillo desdeñaba arrodillado sin el piramidal apéndice a punto: se había desbordado la alegría, la sierra era esquiable para los pitufos, hasta el punto de pararse, juntar tres palabras y recordar haber pensado no se sabe si dicho, claro: "no-estoy-enfadado".
Luego mirar hacia delante, ver sombras que pudieran ser compañeras, que la mitad de las veces te abandonaron, recaer en la miserable sensación de melancolía para discernir después: todo pasa, pero esto antes.
Vuelta a casa, sabiendo que el alcohol se va disipando entre las conexiones neuronales que te hacen verte más inhumano, real, práctico, menos romántico y perecedero: como tú eres: discernidor y meticuloso en tu ego.
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