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jueves, 29 de mayo de 2008

El verso clásico y el abrazo al otro.



Serena luz del viento, Francisco Javier Egea, 1974, Granada.

Fue accésit dos años antes del Premio Federico García Lorca de poesía.

Javier Egea tenía entre 19 y 20 años cuando dibujó el sentimiento del amor, del abandono, del correr de la vida enamorado y desenamorado, con bellas palabras, seleccionadas de entre sus lecturas clásicas, de las que era, dicen los que lo conocieron, un magnífico lector.

Metáforas plenas, comparaciones inmensamente hermosas, preocupación estética y ética de que el verso comunique más, de que sea más que unas simples palabras unidas.

Un primer libro redondo, con sonetos en endecasílabos y alejandrinos, con verso libre y musicalidad extrema aposentada en esa melódica melancolía que Egea acarició siempre.

Las ilustraciones de Juan J. León aportan la magia visual de otro poeta y nos susurran esas relaciones tabernarias, de amistades antiguas y versos escritos al dorso de servilletas y con aroma a vino. Cuando los poetas bebían y hablaban con el mundo a través de la belleza formal y moral que la poesía a veces, consigue transmitir.

Javier Egea fue el mejor y más consecuente poeta con su tiempo, su poesía y sus pensamientos.

Javier Egea dejó escrito esto (de Paseo de los tristes):

-¿Sabe quién mató al sr. Egea?

-Lo sé.

-¡Pues dígalo inmediatamente!

-Yo me arrojé al vacío
desde la estrella muerta
y ya no tengo miedo de morir.

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