Baena con el singular Antonio Enrique.
Parece que los dioses de la Literatura se están equivocando últimante demasiado y están haciendo las cosas bien: le ha sido otorgado el premio Reina Sofía al magnífico poeta Pablo García Baena.
El esteticismo, la elegancia, el barroquismo y la dulzura de la belleza se entremezclan en sus versos.
Mucha alegría de conocer esta noticia, la verdad, porque cuando me recomendó Narzeo Antino su lectura, me quedé impresionado de la maestría de alguien que utiliza sabia y acertadamente los oropeles internos del verso, sin necesitar estar entre los oropeles sociales...
Amantes:
El que todo lo ama con las manos
despierta la caricia de las cítaras,
siente el silencio y su pesada carne
fluyendo como ungüento entre los dedos,
lame la lenta lengua de sus manos
el hueso de la tarde y sus sortijas
se enredan en el ave adormecida
del viento. Labra en mármoles de humo
el cuerpo palpitante del abrazo
extenuado cual cervato agónico,
y con el pico frío de sus uñas
monda la oliva efímera del beso.
El que se ama solo, el que se sueña
bajo el deseo blanco de las sábanas,
el que llora por sí, el que se pierde
tras espejos de lluvia y el que busca
su boca cuando bebe el don del vino,
el que sorbe en la axila de la rosa
la pereza oferente de sus hombros,
el que encuentra los muslos del aljibe
contra sus muslos, como un saurio verde
sobre el mármol desnudo e inviolado,
ese que pisa, sombra, desdeñoso
el pavimento de las madrugadas.
El que ama un instante, peregrino
voluble, de flauta hasta los labios,
de la trenza al citiso, de los cisnes
a la garganta, de la perla al párpado,
de la cintura al ágata, del paje
a la calandria y tras él, silente
va talando el olvido de las mieses altas,
tirso áureos de espigas, leves brotes,
todo un bosque confuso de recuerdos,
y él va cantando, ruiseñor nocturno,
capricho y galanía, bajo la luna.
Y el que besa llorando y el que sólo
sabe ofrecer y aquel que cubre el pecho,
para no amar, de oscuro arnés, sonrisa
y un gerifalte lleva silencioso
devorando su corazón de gules.
Todos, la noche maga con su rezo
los enloquece, clava en sus pupilas
el helor de su vaga nieve negra,
les da a beber rencor entre sus manos,
los hurta en el arzón de sus corceles,
los trae y los lleva como mar en cólera,
coronadas las olas de sollozos,
de cabelleras náufragas, de sangre,
y los devuelve dulces, poseídos,
hasta la playa bruna y solitaria.
Parece que los dioses de la Literatura se están equivocando últimante demasiado y están haciendo las cosas bien: le ha sido otorgado el premio Reina Sofía al magnífico poeta Pablo García Baena.
El esteticismo, la elegancia, el barroquismo y la dulzura de la belleza se entremezclan en sus versos.
Mucha alegría de conocer esta noticia, la verdad, porque cuando me recomendó Narzeo Antino su lectura, me quedé impresionado de la maestría de alguien que utiliza sabia y acertadamente los oropeles internos del verso, sin necesitar estar entre los oropeles sociales...
Amantes:
El que todo lo ama con las manos
despierta la caricia de las cítaras,
siente el silencio y su pesada carne
fluyendo como ungüento entre los dedos,
lame la lenta lengua de sus manos
el hueso de la tarde y sus sortijas
se enredan en el ave adormecida
del viento. Labra en mármoles de humo
el cuerpo palpitante del abrazo
extenuado cual cervato agónico,
y con el pico frío de sus uñas
monda la oliva efímera del beso.
El que se ama solo, el que se sueña
bajo el deseo blanco de las sábanas,
el que llora por sí, el que se pierde
tras espejos de lluvia y el que busca
su boca cuando bebe el don del vino,
el que sorbe en la axila de la rosa
la pereza oferente de sus hombros,
el que encuentra los muslos del aljibe
contra sus muslos, como un saurio verde
sobre el mármol desnudo e inviolado,
ese que pisa, sombra, desdeñoso
el pavimento de las madrugadas.
El que ama un instante, peregrino
voluble, de flauta hasta los labios,
de la trenza al citiso, de los cisnes
a la garganta, de la perla al párpado,
de la cintura al ágata, del paje
a la calandria y tras él, silente
va talando el olvido de las mieses altas,
tirso áureos de espigas, leves brotes,
todo un bosque confuso de recuerdos,
y él va cantando, ruiseñor nocturno,
capricho y galanía, bajo la luna.
Y el que besa llorando y el que sólo
sabe ofrecer y aquel que cubre el pecho,
para no amar, de oscuro arnés, sonrisa
y un gerifalte lleva silencioso
devorando su corazón de gules.
Todos, la noche maga con su rezo
los enloquece, clava en sus pupilas
el helor de su vaga nieve negra,
les da a beber rencor entre sus manos,
los hurta en el arzón de sus corceles,
los trae y los lleva como mar en cólera,
coronadas las olas de sollozos,
de cabelleras náufragas, de sangre,
y los devuelve dulces, poseídos,
hasta la playa bruna y solitaria.
4 comentarios:
has leido por casualidad...
los amorosos? de un poeta SAbines Mexicano.
Bueno, algo hay de eso en tu post.
ya le contestè a Marsé,
Me alegra que hables de este poeta, pues desde mi ignorancia confieso que lo desconocía. Aunque lo que me animará a leerle no es precisamente que le hayan dado el premio Reina Sofía sino lo que tú comentas acerca de él y en particular el hecho de que no necesite estar entre los oropeles sociales.
me alegro del premio. Claro que no significa nada, y más tal como está el panorama poético y literario en este país, tan... bueno, tan como es.
Lo bueno es la calidad y la profunda reflexión estética que desde siempre ha acompañado a este poeta.
A ver si lo disfrutas.
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