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lunes, 30 de julio de 2007

Cambiar, cambiar, cambiar... ¡de lugar!

...te planteas si la gente no te entiende o si eres tan raro como que haya droga para todos.
De todas maneras sigues fumando, incoherente con tus pulmones, echándola de menos y preguntándote si habiendo arreglado tus fallos, ella pudiera haberse dado por satisfecha. Cada vez las relaciones se vuelven más complejas y, precisamente por esta razón, llegan a ser mucho más simples: todo se reduce a admitir que, en la mayoría de los casos, no coincidir con el otro, no se debe simplemente a la luna: la luna te la puedes comer a bocados si el otro insinuara que lo hicieras. Es algo mucho más básico: dos sénseres empiezan a compartir sus cónqueres, y para uno, sobre todo para uno de los dos, el mundo se convierte en stravaganza porque el otro ha sido el elegido para afrontar todo lo que solos no nos atrevemos a hacer, poseer, decir, actuar.
...sigues con tu rutina, evitas otras que piensas que serían negativas, y te dejas caer menos por los sitios donde -schaisse- abrazaste al destino con una eterna -ya no- sonrisa.
...todo es simple, rápido, equilibrado y limpio. Lo demás es querer ver cocodrilos rojos o elefantes -Damián- camuflados con calcetines rosas en campos de marihuana.
...pero no hay demasiado más, queridos no-sénseres. No gana la partida.

Pepe Mata opina que, a veces, ciertos sénseres esperan demasiado de todo. Tommaso Padula opina que, a veces, empezamos como un cohete para acabar como unos cojones.

Os saludo y os admiro. ¡Salud!

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