Del mensajero y sus allegados...

...porque, si no recuerdas mal, la teoría del mensajero era muy clara, cada vez más clara: nadie podría atacar bajo el sentimiento de la ira a un enviado de un príncipe. Salvo contadas excepciones el mensajero sufriría daño: trastocar el mensaje tenía consecuencias nefastas.
...a pesar de todo, lo usual era respetar la presencia de alguien que se jugaba la vida, entrando en una corte real ajena, para, normalmente, entregar esa noticia esperada por oscurecer el ansiado cambio entre dos potentes señores.
...ahora, hay mensajes ocultos, ramalazos de noticias que no llevan a nada, que a perpetuidad suenan a música divinizada que no divina y los enviados intentan penetrar en el reino, pero el silencio los atenaza y eligen el mismo camino de siempre, dan vueltas alrededor de sí mismos, no consiguen llegar y si vislumbran la puerta, los arcángeles de la falange en los rubíes los despistan y se retrasan, vuelven al punto de partida, el mensaje se sabe, se conoce, pero no aporta viso alguno de solución: nadie se queja por estar vivo y lo demás se olvida: el orgullo muere una vez se comienza el final de una batalla. Porque, my friend, todo esto consiste en darse cuenta de que hasta la felicidad -ajena, personal, animal- consiste en batallar, en cometer el delito de planear, y como tal, de averiguar los puntos débiles del otro, aún no llamado enemigo...

El arte de la guerra, Sun Tzu.