La belleza sigue siendo aunque, a veces, la lejanía es inminente. Coño.
Dopado he a mis ingenuos sentidos para que no sufran por la marcha de la simpar y peligrosa llamarada de realidad.
El deseo y la sinrazón son uno de vez en cuando, son cientos siempre.
Echo de menos las líquidas espaldas y las caderas de lava ensimismadas.
La negra flor, Radio Futura.
Continuamos: sin caer en la tentación de rutinas, hipocresías y, sobre todo, sin ceder a la tempestad que provoca el remolino de negatividad de creerse que uno es el centro de todos los males que se practican en la humanidad. No hagamos nuestro lo que no es. Al César lo que es del César y el vivo al bollo. O algo así era, ¿no? La inseguridad que se practica por los arrabales de los viejos barrios del colegueo me susurra una palabra cuyo tono es ascendente: "quillo".
Ahora entiendo todo: La pasión desenfrenada de la juventud es la yegua que trota veloz en busca de lo que le falta, de lo que ansía y espera.
Así son las cosas, El Chivi.
Opciones de futuro, posibilidades de avanzar, sin pisotear al otro. Jaja. Qué funny soy cuando es el otro el que habla. No soy el otro. Bueno, vale, no quiero discutir.
Voy cediendo tu belleza
entre alcoholes y misterios
reprochando mi actitud
de vacuo y rojizo incienso
doliéndome de tus ojos
y soñándome en tus pechos,
líquidas y movedizas
arenas de mi desierto:
voy cediendo tu belleza
entre piropos tremendos
y estas calles tan vacías
donde me sirven reflejos
de felicidad, de húmeda
ausencia de tu deseo:
voy cediendo tu belleza
y una pena, -puro hierro-
me va abrasando los muslos…
de vuelta a casa, Vallejo,
Góngora y Villamediana
-la vida que voy leyendo,
la muerte que viene estando-
con un prosaico y perfecto
cigarro que con su sangre
entre alcoholes y misterios
reprochando mi actitud
de vacuo y rojizo incienso
doliéndome de tus ojos
y soñándome en tus pechos,
líquidas y movedizas
arenas de mi desierto:
voy cediendo tu belleza
entre piropos tremendos
y estas calles tan vacías
donde me sirven reflejos
de felicidad, de húmeda
ausencia de tu deseo:
voy cediendo tu belleza
y una pena, -puro hierro-
me va abrasando los muslos…
de vuelta a casa, Vallejo,
Góngora y Villamediana
-la vida que voy leyendo,
la muerte que viene estando-
con un prosaico y perfecto
cigarro que con su sangre
me avisa que no amanezco.
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